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La forma arquitectónica, en sus diferentes escalas y materialidades, es quizás uno de los más importantes registros de la evolución de la condición humana. Como tal, es capaz de expresar una historia a través de su composición y manufactura, de evocar nostalgia por el ayer y esperanza por el mañana. En el carácter formal de la arquitectura reside la idealización de un futuro y la resignificación de un pasado, nociones de temporalidad perceptibles por medio de la estrategia espacial mediante la cual se resuelven las demandas funcionales que propician, en primera instancia, la construcción de una edificación. De la misma forma, el material responsable de brindar un determinado carácter físico a aquella forma, todavía intangible, revela, sin mayor esfuerzo, pistas sobre su origen y razón de ser. Por este motivo se dificulta en extremo una visión sintética de la forma, no sólo en el medio arquitectónico, también en el literario, musical, pictórico, fotográfico y muchos otros. La categorización que supone la comprensión e identificación de una estructura formal, impide la disociación de forma y concepto, y con ella la posibilidad de una percepción libre de mediaciones  ideológicas.


Tanto la fotografía como las formas que en ella aparecen son sujeto de una contemplación sesgada por la cultura visual del individuo y la sociedad de la que este forma parte, una cultura impuesta y rara vez cuestionada. ¿Cómo fomentar una visión crítica de la forma arquitectónica? ¿Cómo construir una imagen que evidencie la existencia de preconcepciones en la percepción de las formas que retrata? ¿Cómo facilitar una lectura visual que remita únicamente a la esencia formal y material? Las imágenes que acompañan este texto responden estas preguntas al desproveer a la forma arquitectónica de un contexto y de una perspectiva comprensible, reduciéndose ésta a los simples trazos de luz que aparecen en la fotografía, sintetizándose en la oposición de líneas curvas y rectas donde la materialidad tiene ya poca vigencia. Nociones como estilo o temporalidad de las edificaciones fotografiadas resultan entonces impertinentes para la apreciación de la imagen, que desprovista de color o elementos capaces de distraer de su enfoque formal se presenta como medio ideal para la materialización de esta intención. Desde términos ópticos, el impacto se construye entonces al contrariar el exceso que caracteriza la cultura visual contemporánea, haciendo de la omisión de elementos del lenguaje fotográfico la pieza clave de la composición, un grito magnificado por su silencio parcial.

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